La cultura occidental es el conjunto de valores, creencias, conocimientos, artes, instituciones y estilos de vida que se han desarrollado y transmitido en la parte occidental del mundo, desde la antigüedad hasta la actualidad. Origen y evolución La cultura occidental tiene su origen y su base en la civilización greco-romana, que se expandió por Europa, el norte de África y el Oriente Próximo, y que influyó en otros pueblos y culturas, como los celtas, los germanos, los eslavos, los árabes o los judíos. La cultura occidental también tiene su raíz y su fundamento en el cristianismo, que se difundió por el mundo occidental, y que aportó sus valores, sus dogmas, sus ritos y sus instituciones, como la Iglesia, la Biblia o el papado. La cultura occidental ha evolucionado y se ha diversificado a lo largo de la historia, según las épocas, los lugares y las circunstancias, y ha generado diferentes movimientos, corrientes y expresiones, que han enriquecido y renovado su patrimonio y su identida
En
muchos cuadros de la historia de la pintura universal existen ejemplos que
recogen la estética del abanico como símbolo de distinción, lujo y arma de
seducción femenina.
En el
siglo XVIII se popularizó el abanico dejando de ser un complemento exclusivo de las
clases altas.
La dama del abanico. Velázquez. |
El abanico, un artículo de lujo
El
abanico han utilizado mujeres y hombres desde tiempos remotos. Es muy posible
que como instrumento fabricado para que de forma manual pudiese mover el aire
ya fuera utilizado en la prehistoria (donde se utilizaría un trozo de cartón o
cualquier otro material para abanicar el fuego). Después, ya aparecerá de forma
sofisticada en el Antiguo Egipto, donde los esclavos movían grandes abanicos de
plumas (flabelos) para proporcionar aire a su faraón.
Más tarde, en China se va a usar como elemento personal y decorativo que además de
refrescar servía de complicidad amorosa. En el siglo VII d. C. se inventa en
Japón el abanico plegable, al que se considerará un elemento ritual.
Años
después pasó a Europa, proveniente
de Portugal adonde llegaron los primeros abanicos orientales a finales del
siglo XV, arraigando su
uso al igual que en España, donde pasó a formar parte de su cultura e indumentaria.
La dama del abanico. Sánchez Coello. |
Las más
antiguas referencias documentales sobre el abanico en España son del siglo XV:
aparece en la Crónica de pedro
IV de Aragón, donde entre los varios servidores del rey se cita "el
que llevaba el abanico". También se mencionan "dos «ventall» de
raso" en el inventario de bienes del príncipe de Viana. En contextos
relacionados con la liturgia eclesiástica
se menciona con frecuencia los «flabellum».
Casi a
punto de concluir el siglo XVIII, en España se oficializó el gremio de abaniqueros y se fundó en Valencia
la Real Fábrica de Abanicos.
Hasta bien entrado el siglo XVIII el abanico fue un símbolo de lujo y de distinción
social.
El siglo de oro del abanico
En un
principio su uso era común para ambos sexos, llevando los hombres pequeños ejemplares
en el bolsillo,6 y
las mujeres unos de mayor tamaño. Su
utilización se hizo progresivamente exclusiva de las damas, llegando a
desarrollar un complicado código o "lenguaje del abanico" (según la
posición en la que se situaba o el modo en como se le agarraba se estaba
transmitiendo un tipo de mensaje u otro).
La mujer del abanico. Goya. |
El siglo
XVIII es considerado la Edad
de Oro del abanico, era como
el arma femenina y que una mujer sin abanico se encontraba tan incómoda como un
caballero sin espada. Y es cierto que las damas lo convirtieron en su
complemento ideal; era además considerado un signo de distinción.
Los abanicos de antaño eran
realizados con sumo cuidado y respeto a la materia. Sus creadores se centraban
en la figura femenina para sus creaciones caracterizada en diferentes
personalidades mitológicas y de la Grecia clásica.
A diferencia del abanico del XIX, que es ya más industrial y
se fabrica en España, sobre todo en Valencia, el del XVIII es un abanico que viene de fuera,
especialmente de Francia,
Italia o Inglaterra, rico,
lujoso y con unas pinturas
cuidadísimas.
Isabel II. Xavier Winterhalter. |
Se elaboraba con vitela (piel de un animal no nacido), tela (sobre todo seda, tul o encaje)
o papel, aunque a finales del XVIII o
principios del XIX se empezó a considerar que la vitela no era lo
suficientemente elegante porque tiene una especie de pelillo, así que se pasó a
utilizar piel de cisne, que
es mucho más suave.
A diferencia
del XIX, en que el tema pictórico de los abanicos es monotemático (la pareja
galante), el del XVIII es un abanico que representa temas relacionados con la religión, la
mitología o la historia.
A lo largo del siglo XVIII el abanico se popularizó y comenzaron las decoraciones más
cercanas en el tiempo como las escenas galantes, más adecuadas al gusto y la
moda rococó, las fiestas campestres o escenas galantes que tenían lugar en los
jardines de los palacios y parques de
la época, los idilios pastoriles, el juego, la música, etc.
Isabel de
Farnesio, segunda mujer de Felipe V, fue una gran aficionada a los abanicos
reuniendo una gran colección en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso,
decorando sus aposentos con algunos de estos.
Condesa de Vilches. F. Madrazo. |
En el
siglo XVIII, dejando de ser un complemento exclusivo de las clases altas, se
popularizó el abanico de madera de vuelo corto y país reducido, En la primer
mitad del siglo XIX, se ponen de moda los pequeños ejemplares de la época
Imperio, que con el Romanticismo se
llevarían de mayores dimensiones y con filigrana de calado, dorado y
decoración.
El abanico en la pintura
El abanico, cuando llegó a Europa, pasó pronto a convertirse en un atributo
femenino y un instrumento galante propio de un elevado rango social. Así, se
empezó a añadir en los retratos pictóricos a los tradicionales pañuelos o
misales con que se ocuparon las manos de las retratadas. Hay múltiples muestra
de estas representaciones de damas con abanico en la pintura universal de todas
las épocas.
Zuloaga. |
En España
los primeros abanicos ya aparecen en las manos de la reina Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV, o en La dama del abanico,pintada
también por Velásquez, en el siglo XVII. Posteriormente Goya también lo
inmortalizaría en obras como El quitasol, realizada en 1777, en el que la joven representada porta en su
mano derecha un abanico, mientras un galante majo le sostiene la sombrilla
protegiéndola del sol. Los retratos de las damas del romanticismo se
representan muy a menudo con abanico entre sus manos. En la pintura posterior
el abanico se seguirá incluyendo en muchos cuadros con tema femenino. Pero también aparece en cuadros de Zuloaga, Sorolla, Sánchez Coello o Federico de Madrazo, entre otros.
Antes
del siglo XX, pintores famosos que habitualmente participaron en la decoración
de los abanicos se resistían a firmar sus obras y sólo lo hacían cuando eran
regalos para damas de alcurnia, ofrecidos por el propio pintor. A partir del
siglo XX, es normal que se firme cuando se ha pintado a mano.