El Sáhara Occidental es un territorio situado en el noroeste de África, que limita con Marruecos, Argelia, Mauritania y el océano Atlántico. El Sáhara Occidental tiene una superficie de unos 266.000 km² y una población estimada de unos 600.000 habitantes, la mayoría de ellos de origen bereber y árabe, y de religión musulmana. El Sáhara Occidental es también un territorio en disputa, que enfrenta las reivindicaciones de Marruecos, que lo considera parte de su soberanía, y del Frente Polisario, que lo considera una nación independiente. A través de la historia El Sáhara Occidental tiene una historia compleja y turbulenta, que se puede resumir de la siguiente manera: Antes del siglo XIX, el Sáhara Occidental era una zona poco poblada y poco explorada, que estaba habitada por tribus nómadas que se dedicaban al pastoreo, al comercio y a las incursiones. El Sáhara Occidental no formaba parte de ningún Estado, sino que estaba bajo la influencia de los imperios marroquí, otomano y saadí, qu
El desarrollo industrial trajo consigo inquietudes sociales que reflejaron puntualmente las creaciones artísticas tanto en la literatura como en la pintura.
Las primeras obras de un Sorolla ya consolidado las realizará dentro del realismo social que tan en boga estaba en aquellos momentos.
Otra Margarita |
El realismo social en la pintura
El Realismo fue un movimiento
artístico y literario cuyo propósito fundamental consistió en la representación
objetiva de la realidad, basándose en la observación de los aspectos cotidianos
que brindaba la vida de la época.
Esa exigencia de contemporaneidad, ajena a evocaciones o fantasías de corte romántico, posibilitaron a los artistas realistas un amplio campo de representación, tanto en la temática como en su intencionalidad.
Sin embargo, esta corriente que
tan en boga estuvo en estos años en Europa, en España no encontraba el eco
necesario debido al notorio retraso tecnológico y sociológico del país.
La irrupción del Realismo en
España se manifestó de muy variada forma. De un lado, la burguesía propicia la
producción de un realismo preciosista (dulcificado); de otro, la presión
academicista hace que el realismo se manifieste con el concurso de pintores de
historia. El realismo social emergerá, sin embargo, al amparo de las Exposiciones Nacionales.
Trata de blancas |
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El momento que marca el punto de
partida del reconocimiento de la pintura realista española puede situarse en la
Exposición de París de 1889, habida cuenta de que, siendo la primera ocasión en
que se conceden premios a cuadros de alcance y contenido social, entre los
galardonados figura La visita al hospital (Sevilla, Museo de Bellas Artes), del
andaluz Luis Jiménez Aranda.
Este reconocimiento resultó un revulsivo en los medios artísticos españoles, provocando que a partir de 1890 se multiplicara la producción de este tipo de obras.
Sin embargo, esta apuesta por
reflejar la realidad se bifurcó en dos vertientes claramente diferenciadas.
Una, de resultados suaves y agradables, y otra, de connotaciones más críticas y
comprometidas socialmente.
Esa primera vertiente es la que más éxito tuvo entre la sociedad burguesa de la
época y la que, al igual que hoy, estaría bien cotizada. Se trata de un
realismo centrado en asuntos cotidianos, donde prevalece la visión endulzada y
anecdótica de la vida y donde se evita lo feo y desagradable. Se trata, en
definitiva, de una pintura que parte de un realismo verdadero para acabar en un
realismo falso y rayando en lo costumbrista.
Sorolla y el compromiso social
Sorolla
practicará el realismo social desde una perspectiva crítica, con tonos oscuros
en los que sin embargo ya había tímidos recuadros de luz solar que anunciaban
la luminosidad de sus obras más famosas y en las que demostrará un estilo
personal. Otra
de las características de sus obras de realismo social será la expresividad
dramática en los rostros de los personajes de estos cuadros.
Sobresalen en este apartado lienzos tan perturbadores como los de las dos famosas composiciones -localizadas expresivamente en interiores sombríos de vagones de tren-“Otra Margarita” (1892) y “Trata de blanca”s (1895).
Sobresalen en este apartado lienzos tan perturbadores como los de las dos famosas composiciones -localizadas expresivamente en interiores sombríos de vagones de tren-“Otra Margarita” (1892) y “Trata de blanca”s (1895).
Aún dicen que el pescado es caro |
El título de
en “Otra Margarita” es una alusión a Margarita, la
amada de Fausto —protagonista de la obra de Goethe— que es encarcelada tras
asesinar a su hijo. El pintor valenciano mandó el cuadro a la Exposición
Universal de Chicago (EE UU) en 1893 y recibió la Medalla de Honor.
La escena se
desarrolla en un vagón de tren que se hace verdaderamente
asfixiante debido a la abrupta terminación de su perspectiva en una pared
totalmente vacía, que viene a remarcar, simbólicamente, la idea de caja, de
prisión.
El realismo social donde mujer
y ferrocarril convergen vuelve a reiterarse en “Trata de blancas”
(1894). Aborda el tema de la prostitución.
En el cuadro aparecen representadas un grupo de mujeres vestidas a modo
de campesinas con mantillas y pañuelos en sus cabezas que dormitan, a excepción
de la anciana de negro que las acompaña, la cual permanece despierta y
vigilante. El momento que recoge el pintor, con las jóvenes dormidas y la mujer
mayor mirando al infinito, nos oculta su verdadera profesión.
El tono de ambas obras es miserabilista y en ellos se
sintetiza la esencia misma del realismo social. Son pinturas de firme dibujo
descriptivo, de composición armoniosa, equilibradas en el tratamiento de un
espacio difícil y dominadas por una atmósfera de color-luz muy particular.
En ese mismo dramatismo severo y sentido se desenvuelven las
nuevas composiciones sociales en que Sorolla decidió introducir la temática
valenciana: ¡Aún dicen
que el pescado es caro! (1894)
-escena de accidente laboral en la bodega de una barca-, y en ¡Triste herencia! (1899).
Con ¡Aún dicen que el pescado es
caro! obtuvo una Medalla de Primera Clase en la Exposición Nacional de 1895 (se
exhibe en el Museo del Prado). El título del cuadro procede de la novela Flor
de Mayo escrita por Vicente Blanco Ibáñez que se desarrolla en las playas
del barrio del Cabañal en Valencia. En uno de los pasajes, muere en el mar un
pescador llamado Pascualet.
Triste herencia |
La escena representa el interior de un barco dos pescadores de edad avanzada con
semblante serio y preocupado atienden a otro más joven tendido en el suelo tras
sufrir un accidente. Del torso de éste pende una medalla protectora contra los
infortunios de la mar como el que acaba de sucederle.
Alrededor de los personajes se observan diversos aperos de pesca e incluso algunos peces capturados y objetos habituales en el interior de las embarcaciones: un candil, un tonal para el agua dulce o cuerdas. El tema responde a una profunda preocupación social del artista, que muestra las penalidades del oficio de mar.
El cuadro “Triste herencia” fue premiado en París y supuso la
definitiva consagración internacional de Sorolla. En el lienzo contienen una
gran carga expresiva y sentimental. En el predominan las pinceladas
horizontales, los tonos profundos de colorido de atardecer y el movimiento del
agua contrastando con la palidez de los cuerpos de los niños enfermos
-herederos de las taras de ajenas enfermedades venéreas-, y las sombras
proyectadas en la arena.
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